Millennials
- Jamás.Dije
- 16 mar 2020
- 7 Min. de lectura
Vamos a dejar en claro algunas cosas, sin ego de por medio, sólo para establecer las reglas del juego: estoy en mi último año de los veintes; finalicé mis estudios de Doctorado; llevo cerca de una década en la misma empresa (a la que entré antes de concluir mi licenciatura y tiene relación directa con mi carrera), donde ocupo un puesto de mando medio; aunque tengo otros dos empleos, me doy tiempo para viajar, leer, escribir; soy exbecario de proyectos nacionales e internacionales; mi nombre aparece apenas en unos tres libros, incluyendo anuarios de investigación; he ofrecido un par de ponencias y ganado uno que otro concurso; me va bien en las encuestas de clima laboral y en las docentes (doy clase en preparatoria y Universidad, dicen que soy un maestro bastante perro); tengo miedos (pero, hago las cosas con miedo), tengo sueños, me gusta la libertad (aunque no lo parezca); ah, sí, además soy de esas personas que cree que los títulos académicos no quitan lo imbécil: soy millennial y no soy un huevón.
También debo aclarar que no soy la excepción a la regla sino la regla misma: en este mundo hay millares como yo, sobre todo en México. Este país tiene jóvenes que desbordan talento (ya en este último grupo no me incluyo. Ojo, no es una falsa modestia, mas sí una forma de admiración y respeto para con mi generación). Y, si me preguntan, estoy cansado de los cuestionamientos y señalamientos de generaciones mayores que critican un estilo de vida distinto; clasifican, generalizan y tintan de absurdo un pensamiento sólo porque no encaja en su concepción de lo que el mundo es.
Ferrer (2010) nos identifica como la generación, nacida entre 1982 y 2003, en la que se han visto reflejados "modelos sociales nuevos"; para Fernández (2012), aquellos que nacimos entre 1981 y 1995, somos "la generación malcriada que quiere cambiar al mundo"; en tanto, Caraher (2015) señalaría, en los que vieron la luz de 1980 al 2000, un estilo de vida que procura "encontrar maneras productivas de trabajar y establecer puentes que superen el abismo de la comunicación".
Así de cañón está el asunto. Somos la esperanza de un mundo que no descompusimos, pues cuando llegamos (o al menos, en el momento que tuvimos conciencia de lo que la realidad representaba) ya estaba así. Éste fue el presente que esos adultos "en su segundo aire" —los que hoy afirman que queremos todo rápido, que no tenemos compromiso, que todo nos duele, que nada nos gusta, que discutimos por todo, que no queremos encajar en una empresa, que nunca tenemos visión a largo plazo, que somos sensibles, que nada nos importa, que no sabemos leer, escribir o pensar— nos heredaron. Y perdón, pero nos estamos esforzando, desde nuestra particular forma de crear, por hacer la parte que nos corresponde.
Momento de paréntesis cultural, breve, pero sustancial: tengo un carácter de la chingada. Lo acepto y entiendo que muchas de mis broncas (de las que gracias a Dios, casi siempre salgo bien librado) parten de ahí. Sin embargo, en los últimos años el encuentro generacional ha resultado más, digamos, complicado por una negativa a tender puentes y estrechar lazos.
No, no sueño con casarme, tener dos hijos e ir a misa los domingos. Esto no me hace ni más cercano o lejano al tema del compromiso.
Hace unos meses, una de mis queridas colaboradoras (sí, millennial) me dijo que ya no se sentía motivada y retada por sus labores. Tenía, básicamente, un cansancio mental y emocional. Me ofreció su renuncia, mas se quedó a mi lado hasta que su puesto estuvo ocupado y, sin pedir nada a cambio, se ofreció a capacitar a la persona que la suplió. Después de eso, partió. No sé a ustedes, pero a mí me resulta un estado puro de compromiso para con su equipo de trabajo (sí, integrado por millennials y liderado por uno más).
Fuera de esta escena, los comentarios de los no millennials rozaban el "¿Cansada de qué? Para lo que hace. Qué huevona. Ya se frustran por cualquier cosa. Uy, a la primera corren. A ver qué encuentra mejor. Ni quieren trabajar". Es un buen momento para aclarar que, durante su pausa laboral, se dedicó a darle rienda suelta a su arte, tomó clases de corte, confección, costura, viajó. Cuando su paz regresó, también sus ganas de abrazar la supuesta "formalidad". Sí, sí tiene trabajo.
Saben, tampoco sueño con entregarme de lleno a un sólo proyecto, porque entiendo que la vida es muy corta y tengo muchas ganas de vivir. Eso no me hace irresponsable o poco centrado.
Hace muchos, muchos, muchos años dos amigos increíbles (de esa gente que les juro que tiene magia en el alma) dejaron empleos seguros en la ciudad (plaza y toda la cosa) para aventurarse en una latitud lejana. Se fueron con una mano adelante y otra atrás. Con un montón de miedos y sueños en la maleta. Uno de ellos, creó su propia marca audiovisual y encontró una libertad en su misma esencia: viaja, da conferencias, da clases, realiza talleres, tiene un montón de trabajo y ha cumplido más de un sueño. Por su parte, ella, ya no sabe qué hacer para no volverse loca y, además de trabajar de manera "formal" de lunes a viernes en horario acostumbrado, tienen otros proyectos al salir de su oficina: gestó una marca de ropa (ahí la lleva, eh), realiza colaboraciones los fines de semana en producción con distintos proyectos (delante y detrás de cámaras); y, el domingo, el único día que podría dedicar a medio descansar, toma clases de diseño gráfico, costura, macramé y en cualquier momento hasta a los ritos satánicos le va a entrar (jaja, es broma... espero).
Los no millennials les dijeron: "¿A dónde van? ¡Se van a morir de hambre! De eso no se vive. Aquí tienen algo seguro".
No sueño con dar el extra si no es necesario. Eso es cierto. Me gusta la reciprocidad, la motivación, el sentirme listo para crecer, el sentir que mi trabajo vale, no porque yo sea el mejor sino porque soy un ser humano. Así que si no hago las cosas como ustedes las hacen, no significa que sea un huevón, significa que proceso de manera diferente, utilizo mis tiempos de una manera que considero inteligente.
Sé de un muchacho con un talento raro al que siempre lo han tachado de flojo, se burlan de que siempre va por la vida de entrada por salida. Le critican porque se queja de cosas que ve irrelevantes, cuando hay gente que (según ellos) hace muuuuuucho más que él. Lo raro es que ese muchacho da 28 horas de clase a la semana, además tiene un empleo en el que, sin estar ocho horas sentado en la computadora de su oficina, hace lo mismo o más que otros que sí están todo el día ahí. Intenta dar los menos problemas posibles (aunque a veces no lo logra), le gusta defender a la gente con la que trabaja y siempre trae la cabeza en la luna, pues a la par estudia un posgrado, le encanta leer, sale con sus amigos y ama la vida. Y sí, entiende que hay juntas que se pueden solucionar con un email.
Los de las generaciones distintas siempre lo han tachado de inestable, quejumbroso, flojo, arrogante, pendejo de los que se creen listos. Puede que lo sea o puede que no, quién sabe.
También leo a mi ritmo, veo programas distintos y a veces, sólo a veces, mis argumentos están más centrados en la emoción que la razón.
Hace unos años, seis millennials a la que admiro cañón, se enfrentaron en un salón de clases con un ogro que les hizo la vida de cuadritos, pero también las impulsó a desarrollar su pasión por las letras (ojo, el talento era de ellas, él sólo las acompañó mientras lo descubrían). Lloraron en las sesiones de clase, pues desde las letras se enfrentaron a sus peores miedos: abuso sexual, rechazo familiar ante una cuestión de identidad de género, discriminación por las propias mujeres, una historia de casi prostitución que involucraba a la mamá de una de ellas , el estigma de ser mujer, los deseos de terminar con una vida. Hasta donde sé, ganaron concurso y publicaron libro. ¿De verdad alguien se atreve a decir que a los millennials no les gusta leer y escribir?
Podría seguir con un montón de ejemplos, entre ellos gente que está abarrotando las escuelas para seguirse preparando, aunque este mundo les ofrezca cada día menos por su preparación profesional y les exija más (no, no creemos que sabemos más que los demás, de lo que sí estamos seguros es de que tenemos un conocimiento diferente); también, echémosle una mirada al montón de restaurantes, microempresas, consultorías, proyectos colaborativos... sí, todos nacieron en mente de millennials (Mark Zucherberg, el tipo de facebook que revolucionó la forma en la que nos comunicamos, también es millennial); actores, escritores, científicos, padres y madres jóvenes maravillosos; ah, y si viven en México revisen algunos de los videos del 19S, pues tras el sismo fue esa generación, a la que tachan de dormida, la que se puso en pie para sostener el corazón de un país y abrazar los sueños de otros que se vinieron abajo junto con sus casas, sus familias, su ayer.
Mi emoción también me permite ver que hay una bola de buenos para nada que nacieron entre los 80's y los 90's, pero no son mayoría, lo siento. A la par, reconozco a montones de personas, lejanas a mi millennial pensamiento, que me han impulsado, que dan un voto de confianza por mí, por nosotros. En todos lados hay de todo. Nos falta mucho por aprender... sin importar la edad.
Al terminar de leer este texto algún no millennial —si es que uno llegó hasta aquí— estará haciendo mofa, burla, señalamiento, crítica severa de mi inmadurez y la forma tan ridícula para expresar emociones... y es precisamente ése el espíritu que no estamos buscando. ¡Qué hueva que tengan la mente tan cerrada! Si es así, gracias por participar.
Quiero que tu experiencia me acompañe, no que me aleccione; quiero que te dejes enseñar las cosas padres que tiene mi generación (sí, esa generación que creció pegada al televisor y a lo digital... y no es nuestra culpa, porque así estaban las cosas, punto. Sí, esa generación a la que le pides ayuda cada que no sabes configurar ni el reloj de tu celular, y eso que se configura solo, no mamen); quiero hacer mejor a este mundo contigo, pero para eso necesitas estar dispuesto a escuchar y, eventualmente, a aventurarte en las cosas absurdas que voy a proponer... ¡sí, vamos a quebrar muchas reglas y está bien!; quiero que me enseñes con tu ejemplo; quiero que valores mis talentos; por favor, no me subestimes, no siempre se cumple eso de que sabe más el diablo por viejo que por diablo; no puedo enfrentar al mundo como lo hiciste tú, porque mis retos son totalmente diferentes a los tuyos, entiende eso; agradecería que confiaras en mí... por la simple razón de que yo confío en ti.
Sí, es cierto, pertenezco a una generación malcriada, pero no sueño con cambiar al mundo, ¡lo estoy cambiando... les guste o no!
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